El miedo a la página en blanco
Ensayo publicado en el número uno de la revista literaria Inmóvil
INMÓVILENSAYO


Sentado frente a tu monitor llevas media hora contemplando la pantalla, ya fuiste al baño, ya tomaste agua, la playlist que pusiste ya va a la mitad y sólo sientes confusión, te levantas de tu silla para mirar por la ventana, te estiras con toda la modorra del mundo, y nada, sigues sin nada. Repasas tus notas, tus motivaciones, la promesa que le hiciste a mamá, y nada, no puedes empezar, estás ahí contemplando el monolito digital que es esa página en blanco y no tienes ni idea de cómo empezar el texto.
La página en blanco, el cuadro vacío, la tabla sin llenar, la misma lucha que llevamos todos los días, la lucha contra el vacío que no es uno, son cientos de pequeños vacíos que se manifiestan en las páginas en blanco, en el refrigerador vacío y en las tareas incompletas, todos estos vacíos minúsculos que se van acumulando en el mundo y en nosotros.
¿Qué habita en vacío? La respuesta más obvia es nada. ¿Qué puede haber en el vacío? La verdad es más complicada que sólo la nada. El espacio exterior aunque parece vacío está lleno de hidrógeno y polvo cósmico y el vacío que a nosotros concierne está lleno de posibilidades. En la página en blanco existen al mismo tiempo todos los textos posibles, todos los ensayos, todas las tareas, todos los discursos, todos los cuentos. Todos son posibles en una página en blanco como si se tratara de un gato de Schrödinger. La página en blanco puede ser todo. A esta idea de todas las posibilidades ocurriendo a la vez sin ser ninguna real se le llama horizonte de posibilidades: el extraño espacio en donde todo puede ser posible.
Empiezas a dudar de tus notas, de pronto ya no estás tan seguro de lo que quieres decir, llenas tu libreta de borradores sobre el posible inicio, pero estás atrapado, no tienes idea de lo que quieres decir, esa idea en la que tanto habías trabajado en estos días se desvanece en ti, no sabes qué es lo que querías decir y sólo puedes tallarte la cabeza mientras miras el reloj: cinco-quince; no irás a ningún lado hasta que termines ese texto y lo sabes.
El horizonte de posibilidades es embriagador, permite soñar y moverse a placer, pues nada está determinado y es esa misma indeterminación del vacío la que nos seduce, la comodidad de saber que todo es posible, que no hay nada que debamos hacer y que mientras la hoja siga en blanco podremos seguir soñando en todo lo que esta podría ser, pero el infinito no alcanza a llenar una hoja en blanco, las cosas no existen hasta que son nombradas, ese es el verdadero problema. En una hoja solo cabe un texto y es uno que debes determinar, elegir uno entre los infinitos y quedarnos con él.
Determinarse es perder, uno desea ser todo: artista, buen amigo, excelente hijo, ciudadano responsable, bebedor implacable y payaso en fiestas y reuniones, queremos vivir todo el horizonte de posibilidades, todas aquellas, por más contradictorias que sean. Ansiamos ser buenos y malos, crueles, pero justos, guapos, pero no demasiado; el elegir una sola de estas posibilidades, por más buena que sea, es una pérdida: perdemos la posibilidad de que sea algo más, se determina y el amplio horizonte se cierra en una única opción.
Perdemos lo que nunca tuvimos, lo que nunca fuimos y ni siquiera teníamos ganas de ser, pero aun así lo sentimos doloroso, queremos hacernos con esa libertad, la libertad de tener la puerta siempre abierta, de que en cualquier momento simplemente podemos darnos la vuelta y ser algo más, volver atrás, cambiar, queremos tener todas las posibilidades todo el tiempo.
Escribes unas líneas y las borras de inmediato, ya ni siquiera quieres escribir, no te atreves a sentenciar tu texto, no quieres determinarlo, nada te convence, quieres que tu texto sea el mejor, por eso sigues borrando, esperando que en la lotería de las palabras tengas la combinación perfecta, pero tú sabes que no existe esa combinación.
Si fuéramos entes de otra naturaleza podríamos vivir el horizonte de posibilidades en plenitud, pero vivimos como vivimos y somos víctimas del tiempo y de la materia. La superposición de dos estados contradictorios está destinada para los gatos en cajas y no para las hojas en blanco: al final sólo se puede escribir una historia y se perderán todas las demás que pudieron ser.
Esa sería una conclusión válida, sin embargo, no debemos olvidar que una página en blanco no vale nada, pues no hay nada en ella, las posibilidades por más infinitas e embriagadoras que sean no son un hecho concreto; no voy a definir si es mejor un hecho concreto, pero imperfecto, que una infinidad de posibilidades, pero sí me atrevo a decir que no debemos paralizarnos ante el infinito, debemos tener el valor de determinarnos y determinar el texto, elegir una de las infinitas posibilidades y temer por el texto que resulte.
Agotado de estar dándole vueltas todo el día te rindes a las nueve-dieciocho y escribes: “sentado frente a tu monitor, llevas media hora contemplando la pantalla”… el horizonte de posibilidades se cierra y se determina, las posibilidades infinitas se cierran en un ensayo imperfecto, pero completo
El miedo a la página en blanco
Por: Ramón Ulloa
Para las ausencias en mi vida

