Ocultarse en la oscuridad para dejar de ver las sombras

Reseña: De peatones y otras plagas, Luis Ventura (Medusa Editorial, 2024) por Víctor Parra Avellaneda

VARIA PALABRAVÍCTOR PARRA AVELLANEDA

Víctor Parra Avellaneda

7/18/202516 min read

woman with red hair and black eye shadow
woman with red hair and black eye shadow

Reseña por Víctor Parra Avellaneda

Nos persiguen sombras a donde vamos. Aunque queramos capturarlas del suelo, agarrarlas con fuerza del pescuezo y exiliarlas de nuestra vida, para así dejar nuestro cuerpo sin ninguna tinción de la oscuridad; mantenerlo pulcro e incorrupto de la influencia de la luz y su descomposición. Esta sombra nos sigue, nos envuelve—más allá del cuerpo físico, entrando en el cuerpo mental, en el alma—, es la manifestación que puede mantenernos alejados del calor, deformar el contorno de nuestra piel, cabellos y el interior que nos habita. Nos puede sumir en la absoluta penumbra —en el vacío— y no ser; dejar de existir. ¿Se puede escapar de las sombras, esa entidad que desafía las dimensiones físicas? ¿Se puede extirpar algo que es imposible tocar, que es completamente inmaterial, intangible? Generamos sombras al andar, ya sea en un sentido literal, al exponernos a la luz, o bien, en un sentido alegórico; lo que hacemos tiene un efecto, deja una traza, una huella que se expande. Una sombra haciéndose más y más grande.

Los cuentos de Luis Ventura exploran este matiz. Reunidos bajo el título De peatones y otras plagas fue publicado por la editorial nayarita Medusa, constando de cinco cuentos con distintas lecturas. Enmarcados en escenarios que van desde pueblos ejidales hasta la ciudad de Tepic, Luis Ventura ambienta sus relatos en Nayarit, otorgando a los personajes y al mismo entorno una caracterización bastante peculiar. Por una parte, los personajes casi todos son varones, quienes encarnan un arquetipo de hombre macho, sin embargo, hay algo conviviendo silenciosamente dentro de ellos; ya sea un alma oscura, la cual violenta a su esposa y sus hijos, sembrando tensión y oscuridad por donde pasa; un personaje que atraviesa la andropausia y resuelve el conflicto de su vida (el placer) descubriendo en el sometimiento un nuevo eslabón para continuar con su existencia; unos rancheros que abandonan a su mujer y su pueblo, con tal de vivir la vida en la ciudad; hasta pasar por una crisis climática en donde la unidad y aparente pasibilidad de un pueblo se desdibuja, explotando en un intento de linchamiento contra un terrateniente que acapara los recursos naturales.

Para mí los relatos de Ventura hablan sobre cómo nuestras sombras pueden hacerse tan grandes hasta consumirnos. Esto, de hecho, es la premisa de uno de los relatos.

Ocultarse en la oscuridad para dejar de ver las sombras

De peatones y otras plagas, Luis Ventura (Medusa Editorial, 2024)

El primero es ‘Pirotecnia’, con un estilo caleidoscópico, o coral, se entrecruzan diversas voces, iniciando con una fiesta de pueblo con fuegos artificiales. Durante todo el relato el elemento del fuego y de la pirotecnia tienen un papel protagónico, que se intercala con la historia de un matrimonio entre una chica muy joven y un hombre macho que le dobla la edad que, al casarse, vuelve infierno su vida familiar. La mujer tiene múltiples hijos, y el esposo, cada vez más ausente y colérico, al intentar golpear a la mujer, percibe un amargo sabor a pólvora en su lengua. A medida que escala la situación, que los niños se hacen más grandes y críticos con su padre, a quien solo ven como un progenitor, el hombre de esta historia no se da cuenta de su conflagración. Ora intenta golpear a la mujer y su piel arde como un comal; ora les grita a los niños y le sale humos de los poros. Hay incorporación de elementos fantásticos sutiles, en este caso la pólvora, impregnando no solo el ambiente festivo del inicio, sino también alterando los sentidos del hombre que agrede a su mujer, que cada vez que la violenta la amargura de la pólvora brota en sus labios, envenenando su cuerpo sin que lo note. La historia nos muestra como la violencia, tanto el que la da como el que la recibe, deshumaniza; nos convierte en elementos volátiles hasta desaparecer.

En un caso, la mujer y sus niños sufren las secuelas de vivir en un ambienta con violencia intrafamiliar, lo que conlleva a traumas severos, a incapacidad de adaptarse a la realidad o, por el otro extremo, volverse seres que, como mecanismos de defensa ante la lluvia interminable de gritos y golpes, se vuelven completamente insensibles en todos los sentidos ante la violencia. Cuando la ven, solo queda reírse, transfigurarla en otra cosa que resulte más asimilable para el sistema que ha sido gravemente vulnerado. Al final, la violencia solo enciende la mecha de un fuego implacable y con un apetito imposible de parar.

“(…) no les importa que la muerte arda, truene, resplandezca y chille; a ellos qué les preocupa, qué miedo puede darles tenerla tan cerca, no es que no la vean ni la escuchen, es sólo que luce y suena a fantasía”

El fragmento haría pensar en cómo la sobreexposición de la violencia; tanto en el ambiente familiar como en lo social, puede convertir a la gente en seres que ya no les importe convivir con ella; ya no las angustia, ya no temen, lo cual podría ser incluso más riesgoso, pues al no medir las implicaciones de esta interacción destructiva, no existen límites para resguardar tanto la integridad del cuerpo como del alma. ¿Qué significan los golpes, los gritos, las humillaciones, cuando han perdido su significado? ¿En qué nos convertimos una vez estas experiencias modifican nuestra capacidad de reacción?

Hay una frase, que por otra parte daría una interpretación adicional al cuento; en el sentido de que cuando se toman las medidas apropiadas; al poner límites e impedir que la violencia continúe, esta logra consumir a sus atacantes.

«Mi suegro solía decir que las mujeres somos ignorantes y que rara vez decimos algo que vale la pena escuchar»

Este es un relato con ecos en ‘Mariana’, de Inés Arredondo. Hay un retrato de violencia familiar y de la mujer, la cual llega a los límites de los soportable. Sin embargo, en el cuento la mujer no es un ser vulnerable, sino que logra sobreponerse a la amenaza, dominarla y deformarla; convertirla en una burla del propio agresor. La mujer como una persona cuya determinación puede incluso alterar el orden natural de las cosas.

Además, ya yendo a un comentario más técnico en la estructura, hay polifonía de voces; a veces habla la ciudad, el fuego; otra vez es la mujer, que en carne propia el infierno de su matrimonio; después sigue la perspectiva coral de los niños y el propio padre, sin poder comprender lo que pasa, se percata de que huele a quemado, como si esto anunciara un paulatino proceso de descomposición, no del cuerpo, sino del alma. ¿Cómo huele un alma podrida? Seguramente a pólvora.

El libro sigue con el cuento Yorsh Intergaláctico, en apariencia jocoso y satírico, en el fondo esconde muchas más lecturas que resultan muy críticas. Como si fuera una inversión de papeles, Ventura pone un hombre como objeto sexual, el placer de las mujeres y cuya vida y existencia solamente está confinada a cumplir las exigencias de sus amantes. Cuando llega a la andropausia, con problemas de salud añadidos, ya no tiene el mismo rendimiento, las mujeres lo dejan y se sume en una crisis personal. Se cuestiona el sentido de esta existencia dedicada exclusivamente a servir a las mujeres, más nunca dedica su tiempo en coronarse en el placer propio; eso no existe. Así como en la vieja literatura donde el machismo impregnaba al retratar personajes femeninos, en donde la sexualización de la mujer aún sigue presente, viéndolas como recursos sexuales y no personas en toda su dimensión humana; Ventura pone a un hombre en esta situación. Es aquí cuando, en esta crisis de edad, es abducido por unos extraterrestres que lo usan para placer de ellos, pero más para el placer de él:

“La señal de su destino llegó por azar. Un día, simplemente, ya no pudo sostener en alto el mástil de sus alegrías y el rumor detonó como pólvora. Las mujeres dejaron de perseguirlo, y cuando él acudía en su búsqueda rehuían, lo ignoraban, lo despreciaban” (…) “luego comprendió, con absoluta claridad, que nunca se había sentido tan usado, que nunca había experimentado la sumisión, que casi, podía jurar, había consolidado su estatus de genuino instrumento del placer y eso le encantó.”

Por una parte se puede interpretar como un relato que habla sobre un hombre que recién explora su sexualidad, rompiendo los límites de sus tabúes y enfrentando la aceptación de un nuevo paradigma para sus sentidos e identidad sexual, en lo cual se enmarca una visión del absurdo donde se desmitifica el estereotipo de hombre como semental, dador de infinito placer, paladín de la sumisión femenina. Realmente ocurre lo contrario. Encontramos a un impotente que termina encontrando su realización siendo sometido por el sexo femenino.

Aunque este relato, debo decirlo, esconde una honda crítica social de cómo se reacciona al abuso sexual; en este sentido, vemos cómo se tiende trivializar y revictimizar. En el caso de Yorsh debemos tener en claro que una abducción es un secuestro y lo que ocurre en la nave, el ser usado como juguete sexual, es una clara violación. Yorsh, no puede hacer nada, al estar completamente sometido ante entidades extraterrestres o, más bien, ante criaturas que han perdido todo rastro de humanidad; que no lo tratan como una persona, no conciben su dignidad ni su integridad, sino que lo usan para después desecharlo. La deshumanización de los agresores intergalácticos provoca también la destrucción de Yorsh, como ocurre con las víctimas de este delito. Por otra parte; la reacción de la prensa, ante el testimonio de Yorsh es por lejos seria. Se toma a mofa, a burla, a historia que nadie cree, en la que Yorsh, nuestro personaje violentado, es el centro de medios de comunicación cuya ética no existe y usan su imagen, e historia, como espectáculo; entretenimiento para las masas, una comidilla y una serie de bromas.

Claramente hay elementos de ciencia ficción en el cuento. La ciencia ficción permite utilizar alegorías para enmascarar una historia cruda. Bien se considera un género que explora avances científicos y técnicos, también se puede ver como una adaptación contemporánea de las fábulas, donde cada elemento especulativo no está puesto al azar, sino que tiene un propósito y un porqué. En este caso, podríamos decir que ‘Yorsh intergaláctico’, desde una mirada realista nos habla sobre cómo una persona al denunciar un delito es ridiculizada, abandonada y dejada en la más absoluta vulnerabilidad. Bien puede ser una violación, un secuestro, una extorción o una estafa. Bien pueden ser extraterrestres como alegoría de agresores bajo la forma de padres irresponsables, parejas violentas, jefes corruptos, gobiernos represores y una sociedad indolente. El personaje de Yorsh representa no a alguien que descubre un aspecto de su cuerpo y de su placer, sino alguien que ha tenido que sobrevivir a la aniquilación de su dignidad y personalidad. Veamos solamente los numerosos titulares donde las víctimas de delitos son culpabilizadas de lo que han sufrido; la corrupción pasa de largo en la memoria colectiva; mientras que las víctimas están al escrutinio público, acosadas y juzgadas.

Así como en el primer cuento la violencia nos puede convertir en seres insensibles a ella, al grado de que cuando vemos el fuego no huimos, sino que vamos a él para sentirnos más vivos ante la falta de percepción; otra de sus facetas está en llevar a sus víctimas a un proceso ineludible de absoluta destrucción.

Yorsh no es alguien que descubre su sexualidad; sino un náufrago de su propia dignidad. Por otra parte, los extraterrestres son una máscara para hacernos ver que, entre los nuestros, aquellos que vemos todos los días en las calles, en nuestra casa o trabajo, existe una distancia tan enorme como la que hay entre dos galaxias.

El siguiente cuento es De peatones y otras plagas, en donde un ranchero se aleja de su mujer para ir a la ciudad y vivir la experiencia cosmopolita. Aquí existe una enorme ironía en el hecho de que el protagonista considere que Tepic es una metrópolis donde se vive la vida urbana; cuando en el resto de México, Tepic se considera una ciudad pequeña, casi un rancho, y se puede notar en el ritmo de sus conductores, en la hora temprana en que cierran los negocios en el Centro y también en algunas facilidades (como la comida) que en las ciudades es más complicado abastecer. Siento que es una antítesis o sátira a la visión idealista que tienen los que viven en la ciudad cuando van a pueblos para desconectarse del ruido y de las máquinas; aquí, el ranchero está harto de lo tranquilo de su lugar, de la agobiante pasividad, por lo que pretende superarse y dejar de ser ranchero. Quien nace en la ciudad no lo elije, lo mismo en el campo. Las oportunidades en ambos sitios difieren y confluyen matices que, a ojos superficiales, se pueden resolver yendo a la ciudad para bautizarse en la civilidad.

A medida que avanzamos en el relato, nos damos cuenta de que Tepic, esa visión ideal de ciudad avanzada y símbolo de la modernidad, no es más que una jaula gigante donde el caos se amplifica más. Las ciudades no son el progreso del ser humano, sino la culminación de su locura.

Uno de los amigos del protagonista, más letrado al terminar la primaria y saber leer y escribir, va a Tepic a rescatar a su amigo de esta vorágine:

“En las noches no podía dormir nomás de pensar en Filemón, en lo que habría sido del desdichado. Pues era tan ranchero, lo traía arraigadísimo que se le notaba en la cara, en ese rostro prieto de facciones macizas donde resaltaba el bigote al estilo Zapata y las cejas gruesas que se unían para formar una sola.”

Además, es clara la lectura crítica de Ventura a los estereotipos que, tanto las personas de fuera como las mismas de adentro, se ponen. Estereotipos que simplifican el modo de vida de una comunidad; la encasillan y caricaturizan. Bien Filemón pudo hacer caso omiso a estas ideas y quedarse en el campo tranquilamente; pero si elección hace ver qué tan hondo pueden tocar en las fibras más íntimas y profundas el cómo vemos a los otros.

También se puede leer como una crítica a estos hombres machos que se decantan por cumplir desafíos que ponen en duda su hombría o su honor. En este caso, el resultado es catastrófico.

Una consecuencia de cómo esta caricatura de características físicas, de ideas deformadas y la trivialización de estos temas, puede limitar a la persona que recibe estas burlas, en apariencia inofensiva, pero que esconden una notable segregación. No es raro que quien vive en pueblo le digan pueblerino y los de ciudad piensen ser el ejemplo para seguir. Al final, ni uno ni otro han encontrado su identidad.

Todo es el mismo ciclo de evasión y de anularse mutuamente.

En el cuento Muerte sombra, una persona disfruta estar enferma; se empeña en caminar sin cuidado por las calles de una ciudad de Tepic cuyos conductores son, francamente, unos animales. Después se ve observado por algo o alguien, desde el tercer piso de un edificio abandonado. Nuestro protagonista, olvida entonces su propósito de ser arrollado y terminar con su existencia, sino que ese algo vigilante lo capta. Una noche, decide ingresar en el edificio y ahí se encuentra con un hombre viejo de tupida barba, quien le señala la ventana; a través de esta contempla un día soleado y gente caminando con sus sombras acechantes. Hay una crítica obvia a la actitud de los conductores en Tepic, una ciudad que no es nada amigable con los peatones, como si fueran una plaga. También es una denuncia irónica y sutil a la dificultad de andar a pie en una ciudad tan pequeña y que paradójicamente parece tener más automóviles que personas, como si la naturaleza fuera de motores y combustión, y no de seres humanos y animales.

Yendo más a los matices de la historia, la idea de querer estar enfermo, de desear estar cercano a la muerte y consumar la aniquilación y no lograr tal cometido, parece en una suerte de masoquismo, que recuerda a Hellraiser, donde el dolor se transforma en un paroxismo de cara al placer, el cual solo puede ser entendido por seres que están más allá de lo humano, quizás entidades divinas. El dolor es un éxtasis para los dioses. O bien, como en uno de los aforismos que escribió Salvador Elizondo:

La muerte se produce, tal vez, en el instante en que la vida llega a su punto de máxima intensidad.

Quizás nuestro protagonista encuentra algo de vida al estar cerca de su final. O bien sabe que morirá, por una enfermedad, oculta entre su hipocondría.

No sé se puede leer cómo subtexto de lo que pasan las personas consientes de que van a morir, desahuciadas por una enfermedad terminal como el cáncer. Al saberse cercano a la muerte, primero está la negación ante el destino de la inexistencia, pero luego viene la resignación con mucha angustia; le sigue la aceptación y en última instancia la indiferencia.

El protagonista, mientras arriesga su integridad, piensa:

“En mi carácter de peatón soy mucho más vulnerable que un enfermo. Caminar hacia todas partes, con descaro, es una forma de burlarse de la vida. Dar un paso hacia la posición equivocada puede traer consecuencias fatales. Estar en el lugar menos indicado, a la hora menos indicada, es volverse presa fácil de la causalidad”

Quizás esta es la sombra que mira el protagonista junto al hombre misterioso; tal vez incluso Luis Ventura habla de las sombras detrás de nosotros, que no vemos; una casa que parece embrujada o que es parte de una realidad donde las leyes de la naturaleza viva no convergen, sino que lo gobierna otra dinámica solamente visible para quien está en la agonía, en la delgada línea de la vida y la no vida; una lucidez casi mortuoria. La solución para evitar las penurias de este proceso de desintegración sería esconderse en la oscuridad para así borrar todas las sombras. Acaso Ventura considera que la única forma de escapar de la muerte y el tormento que genera es unirse a esta, en el vacío perfecto tras el cese de todo movimiento, de toda energía que da vitalidad a los sistemas biológicos y psíquicos del cuerpo humano.

Una vez muerto, ya no hay nervios que sientan, ya no hay memoria que recuerde el dolor: el sufrimiento deja de ser. Todo eso se desvanece para transformarse en algo que jamás fue, que nunca será. Un no-tiempo donde ni siquiera la muerte existe.

Acercándonos al final, el último cuento titulado Sequía, podría entrar en la ficción climática, por el tratamiento de la crisis de agua, las sequías y las alteraciones al clima, cada vez más frecuentes en nuestra realidad. En el cuento, un pueblo atraviesa por más de quince días sin lluvias, sin agua. Mientras tanto, las autoridades han informado que el servicio de de distribución de agua potable se interrumpirá un par de días. La paciencia de los habitantes ya no puede ceder más ante el infierno en que se está convirtiendo su pueblo, y van con uno de los pobladores que acapara todos los recursos; un hombre que orgulloso porta su sombrero dentro de una pomposa casa con aljibe. Con una narrativa directa, Ventura denuncia la desigualdad de acceso a recursos vitales para la existencia humana, como el agua y los alimentos. La autoridad es indiferente, en sus quehaceres burocráticos, que son como un papeleo para certificar la muerte de la sociedad agonizante. El agua es un motor de conflictos, el detonante para la violencia social, cuando los fines diplomáticos y apelar a la razón o al corazón, no surten ningún efecto. En este caso, lo que ocurre es un intento de linchamiento al hombre que se niega rotundamente a venderles agua; dice que no le importa sus problemas. Una clara denuncia a cómo los sectores oligárquicos, pero también entre nosotros mismos existen distancias tan lejanas que nos deshumanizan y condenan. Sin embargo, antes de terminar con la vida de este hombre y tomar su agua, el destino quiere (para ironía de todos) el regrese la lluvia, y con ello los ánimos se calman ante las precipitaciones.

La falta de agua puede parecer trivial, pero considerando que los seres humanos estamos hechos casi en su totalidad de esta molécula, la realidad resulta abrumadora cuando escasea. Además, en un efecto de bola de nieve, esta desigualdad da pie a la aparición de otros males, como epidemias tanto físicas como del espíritu:

“Me tenía harto tener que bañarme con garrafones de a diez pesos. Me desesperaba ver los trastes apilados en una torre de hongos y bacterias. Y la fetidez del baño, esas manchas en el azulejo que se esparcían amenazantes, a punto de engullirme”

En resumen; Luis Ventura nos presenta un primer libro de cuentos con una línea definida en su voz e intereses para plasmar en la ficción. El machismo y su fragilidad, la indiferencia social, el absurdo de la cercanía humana, la volatibilidad de las emociones y la capacidad destructiva de nuestra especie, hasta cómo podemos afrontar la muerte, el abandono y la agonía. Los cuentos son tanto un retrato psicológico de una sociedad actual pero también sobre esta presencia de la sombra que nos sigue. Retrata Tepic, a Nayarit; y es el inicio de un camino como escritor en este estado, con historias que pueden resonar de forma universal, pues los personajes e historias trascienden los límites geográficos en que están escritos.

Víctor Parra Avellaneda (Nayarit, México, 1998). Biólogo y escritor de ciencia ficción. Sus relatos han sido publicados en medios como Axxón, Sci:fdI (UCM), La Colmena (UAEM), Zur (UFRO, Chile), Spelk, Piker Press, Spillwords (EE.UU.), The Temz Review (Canadá), The Pink Hydra (Sudáfrica) y Culture Cult (India), entre otros. Autor de Más allá del horizonte (Ediciones del Olvido, 2022). Becario PECDA Nayarit (2018–2019) en la categoría de Cuento. Miembro de ALCIFF, IASFA y del Gran Colisionador de Textos Especulativos. Ganador del Premio Nacional de Literatura Fantástica Universidad de Sonora 2024 por la novela Cuando las nubes salen a cazar.